
Las carreras también son esto. Os juro que si me pedís que ponga esta cara ahora mismo no sabría como hacerlo. Llevaba tan frito el cerebro que no sabía ni como se sonreía. Me acuerdo y todavía me duelen las piernas, la espalda, el cuello, la cabeza, el culo. En este momento me dolía cada gramo de mi ser.
Este sufrimiento era tan fuerte como innecesario. Quedaban dos km a meta y no me estaba jugando absolutamente nada. Me daba igual llegar el 15 o el 20 de la general. El podio de mi categoría ya estaba decidido y hacer 3h30' o 3h35' tampoco era ningún trauma. ¿Por qué? Autoexigencia pura y dura. Autoexigencia y ambición. Dos cosas importantísimas para mejorar y progresar en cualquier aspecto de la vida. Quería ser lo mejor que pudiera ser en ese momento. Solamente por amor propio y satisfacción personal. Vivir el ahora y no pensar en el dolor de piernas de mañana. Mañana no existe.
Luchando tan solo te aseguras tener éxito porque, bajo mi punto de vista, tener éxito es mejorar y no implica necesariamente conseguir uno u otro objetivo. Lo único importante es el camino y el objetivo es algo anécdotico.