Menudo mix de emociones tengo todavía encima. No sé ni qué contar. Vaya mariposicas tengo aún en el estómago. Estoy completamente enamorado de correr por montaña. Creo que es una de las carreras más bonitas, por un montón de motivos, que he corrido nunca. Además un año más me he sentido como si fuera hijo adoptivo de Macael. No sé por lo que es pero aquí me siento muy querido cada vez que vengo, empezando por Antonio Cruz que desde que llegué esa mañana estuvo pendiente de mi todo el día, el público de la carrera llamandome por mi nombre: "Venga Jorge, que este año si que la terminas" e incluso durante los avituallamientos preguntandome si este año me encuentro bien, si necesito algo en concreto para que pierda el menor tiempo posible, llenandome agua mientras cojo comida del avituallamiento y no parando de darme ánimos en ningún momento. Gracias de corazón, es una sensación muy extraña a la par de bonita.

Llegué con tiempo a Macael para evitarme nervios y estrés innecesarios antes de la carrera y cuando fui a ver mi número de dorsal en la lista vi que corría un tal Jacob, un tal Oller, un tal Rubén Vigil, un tal Juan Chacón, mi amigo y rival Edu, que me motiva a ser mejor para ver si algún día consigo verle el pelo en carrera, y algunos más que podría nombrar...Me di cuenta que meterse delante en la clasificación iba a estar carísimo. Pero carísimo, a precio oro.

Me encontraba muy bien y decidí que iba a darme un caprichito. Así que se dió la salida y corrí el primer km y medio con la cabeza de carrera. Estaba hasta temblando de la emoción al ver de quien estaba rodeado. Consciente de que ese no era ni mi ritmo ni mi lugar en cuanto empezamos a subir Cerro Ocará me descolgué y empecé a hacer mi carrera de verdad.
Poco a poco empezó a adelantarme gente y fui cogiendo mi lugar real en la carrera. El recorrido me lo conocía del año pasado pero este año si, con buenas piernas y con el estomago perfecto, pude disfrutarlo. Es una carrera asesina. Criminal. Te deja correr mucho, entonces subes, o escalas mejor dicho, bajas rezando por no saltarte los sesos y entonces te deja correr de nuevo. Pues multiplica eso por tres veces que te lo hace en total. Es un cementerio de piernas. Y me consta que no soy el único que piensa eso de la carrera. Es una parte piernas de manual. LLegamos al bucle de Cabeza Jabalí donde me gusté mucho en la subida y me flipé demasiado en la bajada, si no llega a haber instaladas cadenas me abro la cabeza en ese tramo.

Fuí haciendo camino mientras recordaba lo mal que lo pasé el año anterior en ese mismo sitio. Siendo honesto conmigo mismo, iba colado de ritmo pero me lo estaba pasando tan bien que me dió igual y verme metido entre los 15 primeros hasta casi el km 20 me dió alas. Sabía que lo iba a pagar más tarde, era consciente de ello. El problema de las alas es que igual que vienen se van y a mi me duraron hasta después de subir Zegama, donde ya me quedé solo con Raúl García (aún no me lo creo) y el grupo en el que ibamos se nos terminó de escapar. Me lancé con más fe que piernas a por la larguísima bajada del km 18 al 23 donde terminé de cavar mi tumba.

Se me hizo larguísima la bajada. Recordé entonces que esos 5 km los hice andando en la edición anterior y que iba tan mal que hasta veía doble por momentos. Este año no iba a hacerla andando. Este año me negaba a volver a retirarme. Me duelen mucho las piernas me decía, pues como a todos Jorge me autorespondía. Me tatué en la frente el "prohibido andar" y razoné que quejarme solo conseguiría quitarme las pocas fuerzas que me quedaban ya. Es curioso, que cuando más en la mierda estaba es cuando más alta tuve la moral en toda la carrera. Me negocié conmigo mismo que cada cinco minutos que hiciera corriendo sería un sandwich de nocilla que me comeria. Conseguí llegar al avituallamiento del 23 mejor de lo que esperaba aunque ahora viendo los números me doy cuenta que perdí mucho tiempo con los de delante en ese tramo. Realmente ya lo tenía hecho pero aún quedaba una subida durísima y otra bajada de 3 km al pueblo. Me inflé a comer y a beber en el avituallamiento y me tiré a por el último tramo a ver que pasaba. La verdad es recuerdo poco o nada de ese trozo, iban discutiendo mi dolor de piernas y mi cabeza. Recuerdo que llegué al final de la subida y por tanto al último avituallamiento, y me preguntó el voluntario: "¿Quieres algo? ¿Necesitas algo?" y yo le respondí sin pensarlo "Si, morirme" . y entre risas me dijo que tirara pabajo corriendo que ya solo eran tres de bajada. Lo duro mentalmente que me están haciendo estas carreras me están simplificando la vida. De la bajada solo voy a enseñaros esta foto y no hace falta que diga nada más:

Llegar a meta con mis padres esperandome fue un aútentico regalo. No he sufrido más en mi vida. No he luchado más en mi vida. Y no puedo estar más orgulloso del gran esfuerzo que hice por el puro placer de la autoexigencia ya que en cuanto a posiciones soy consciente que Edu y Oller están a otro nivel en este momento. Al final todo esto tuvo recompensa.

Para finalizar, tan solo me queda darle las gracias al club Cuellar Stone Running por hacer posible este gran día que quedará mucho tiempo guardado en mi memoria. Larga vida al Macael Mármol Trail!!

Nos vemos en las montañas!!
En Strava: https://www.strava.com/activities/1918253777
QUE EL SUEÑO NO SE DUERMA